Los vínculos que construimos con otras personas son tan ricos como complejos. En ellos se entretejen historias, emociones, expectativas y, a veces, fantasías que nos muestran tanto como nos ocultan. Pero, ¿qué ocurre realmente cuando nos relacionamos?
Cuando estamos inmersos en un vínculo, lo experimentamos desde una perspectiva única y profundamente personal. Vemos lo que nos permite nuestra cercanía, nuestra historia compartida y nuestras emociones. Sin embargo, quienes están fuera de ese vínculo observan desde un ángulo distinto. Ellos ven detalles que nosotros no alcanzamos, a veces porque estamos demasiado cerca, y otras porque nuestras emociones actúan como un filtro que selecciona lo que miramos y lo que dejamos pasar.
Lo curioso es que este fenómeno también ocurre a la inversa. Hay vivencias que solo quienes están dentro del vínculo pueden experimentar. Sensaciones, miradas y matices que desde afuera son imposibles de percibir. Es como estar en un escenario donde los actores tienen una visión privilegiada del guion, pero el público tiene una panorámica distinta de la obra.
Esto también me ha llevado a reflexionar sobre el juicio que muchas veces ponemos ante las experiencias ajenas. Nuestras opiniones -que en ocasiones son un tanto violentas- sobre los vínculos de otros siempre estarán moldeadas por nuestros propios filtros: nuestras creencias, valores, prejuicios y aprendizajes. Lo que interpretamos del otro está inevitablemente atravesado por cómo aprendimos a leer el mundo. Esto es lo que en la Gestalt se conoce como introyectos: esas creencias o normas que hemos interiorizado sin cuestionarlas y que se convierten en los lentes como observamos la realidad que nos ofrece el entorno.
La interacción entre percepción e interpretación puede ser un terreno resbaladizo. En ocasiones, lo que creemos ver en un vínculo no es más que una proyección de nuestras propias historias o fantasías. Queremos buscar "la verdad", pero esa verdad no es universal, como diría Nietzsche "No existe la verdad, existe solo la interpretación", viéndolo de esta forma, lo que nos atraviesa es la construcción que hemos hecho de nuestras propias vivencias que nos han llevado a integrar aprendizajes, que pueden estar contaminados de algunos sesgos.
Por eso, la invitación siempre será a sostener un espacio de curiosidad y respeto hacia las experiencias de los demás. Más que juzgar, podemos aprender a observar y preguntar. No se trata de aceptar todo sin cuestionar, sino de reconocer que nuestras interpretaciones son solo una posibilidad entre muchas.
Y tal vez, al hacerlo, podamos enriquecer nuestros propios vínculos. Porque al comprender que no hay una única forma de ver, también abrimos la puerta a conectar desde un lugar más auténtico, menos condicionado por nuestras fantasías y más abierto a la experiencia real del otro. En ese encuentro, tal vez, descubramos algo nuevo sobre ellos... y sobre nosotros mismos.
Ahora me gustaría dejarte un par de preguntas que te pueden ayudar a observarte y cuestionarte para salir de la fantasía y nuestros velos mentales a la hora de percibir nuestra realidad o del otro:
¿Desde que lugar viene esta opinión o construcción que estoy haciendo ahora?
¿Esto que interpreto del otro qué habla de mi experiencia?
¿Mi verdad es la verdad del otro o es solo una forma de verlo entre muchas otras posibilidades?
¿Hay algo que me incomoda de la situación y por qué?
¿Qué espero de esta situación?
¿Hay algo que esperas del otro?
¿Cuál es mi percepción de la situación y en que difiere con otras percepciones recibidas por mi entorno?
¿En qué coinciden?
¿Qué emociones me despierta esta situación?
¿Cuáles son mis reacciones/acciones frente a la situación?
Escrito por:
Claudia F. García Álvarez
Psicóloga y Psicoterapeuta Gestalt.