Lo que la ansiedad ha venido a mostrarme y a enseñarme, es algo a lo que muchos le huimos y que nos cuesta enfrentar, por el miedo que se esconde en lo más profundo de nuestra piel.
Desde que empecé a formarme para acompañar a otros y así mismo a trabajar en mí, logré reconocer la ansiedad como una experiencia no ajena, pues todos en diferentes momentos de nuestra vida hemos recibido esta visita que viene acompañada de una o varias emociones y sentires, solo que las experiencias previas y todo lo que guarda nuestra historia nos ha llevado a silenciarnos y dejar de nombrar aquello que nos angustia; cabe aclarar que no todas las experiencias ansiosas son clínicas (psicopatológicas), muchas de estas son funcionales y adaptativas. El miedo es una emoción que tiene como función cuidar nuestra existencia, trae muchas dudas e incertidumbre que buscan ser subsanadas en el campo, pero lo que hemos aprendido es a luchar contra él y esconderlo para no mostrarnos “débiles” ante el otro, despertando en nosotros diferentes respuestas organísmicas que nos llevan a sentir ya sea un malestar moderado o alto en nuestra experiencia emocional y física, pero que como toda experiencia, es transitoria y pasa. Sin embargo, nuestras formas aprendida y preestablecida de buscarle solución a todo rápido y efectivo nos lleva a negar estas sensaciones o a buscar soluciones momentáneas, que a la larga no nos contactan con el síntoma y como consecuencia tendemos a sentirnos peor, porque la ansiedad tiene una particularidad, que cuando no la recibimos o no la atendemos, tiene un efecto bola de nieve, cada vez se va volviendo más grande y más fuerte, hasta que le des la atención que necesita.
Acá se viene algo bien interesante y a lo que también hemos aprendido a huirle, y es al dolor y a la vergüenza, porque la ansiedad esconde el dolor de géstalts o situaciones inconclusas que necesitan ser resultas, pero por vergüenza no nombramos o hablamos de ellas, llevándonos a desensibilizarnos para no contactarnos con el síntoma, por lo tanto lo que viene a mostrarnos la ansiedad es que pongamos la atención allí como lo mencioné anteriormente, porque lo que quiere es cuidarnos y protegernos de esas experiencias previas que nos marcaron y que creemos que en cualquier momento volverán, esa es la función de la ansiedad, cuidarnos de un pasado que dolió, de memorias que luchamos a toda costa para que no vuelvan, porque nos quedamos pegados en un impasse como si el pasado y todo lo que este arrastra, se repitiera con diferentes escenarios, personas, situaciones, etc. desconectándonos del presente, dejando de lado lo que este ahora nos ofrece.
En este punto, las preguntas que pueden surgir aquí son ¿Cómo hago para reconocer el mensaje oculto de la ansiedad? ¿Cómo hago para reconocer que no es X situación que estoy atravesando la que me desborda, si no lo que esconde capa abajo? ¿Cómo aprender a observar?... La primera invitación es a sentirla y escucharla, sé que puede sonar descabellado, pero no hay otra forma que contactando con el malestar, no huyendo de él, reconocer que el aire se nos corta cuando estamos sintiendo y pensando que no estamos siendo suficientes, que no están pasando las cosas como las planeamos o una situación en particular se nos está saliendo de las manos, es el momento para reconocer el pensamiento o la emoción que sostiene la conducta ansiosa. Por ejemplo, hace poco estaba atravesando una crisis en diferentes aspectos de mi vida, en palabras más castizas, se me movió el piso firme en el que caminaba y con ello llegó el insomnio, llanto, calambres en mi cuerpo, rumiación de pensamientos y pérdida de apetito, en los 39 años de vida que tengo jamás me había sentido de esta forma, pero sabía que esto iba más allá de la situación en sí, en esos momentos las herramientas que puedo tener no las tenía presentes, se escondieron o tal vez no quería verlas, solo quería que todo terminara y que el dolor que estaba experimentando me diera tregua... pero no fue así, antes se hizo más grande y eventos del pasado se hicieron figura para mostrar lo desatendido, mostrando una cuenta pendiente que estaba pidiendo ser saldada, no quería nombrar ni reconocer el miedo que estaba guardando en lo más profundo de mi corazón y que todos mis esfuerzos se estaba direccionando a evitar atravesar ese dolor, entonces llega el miedo al abandono y al rechazo a decirme ¡Hola, estamos aquí de nuevo!, de solo escribirlo me recorre un frío intenso en el cuerpo del que ya no puedo escapar, entonces decidí hacerme cargo de esa cuenta pendiente ¿Cómo? Entablando un diálogo conmigo misma, donde me permito reconocer quién soy hoy, qué es pasado y qué es presente, soy la adulta que puede decidir también irse cuando siente que no está recibiendo lo que merece, no sin antes validar que es un hecho y que fantasía, porque he trabajado mucho en esta humana para que hoy sea lo que está siendo, puedo reconocer que quienes se fueron lo hicieron por elaboraciones propias de las cuales yo no puedo y tengo porque hacerme responsable. La escritura en estos momentos también son una gran aliada, nos ayuda a ver y a ampliar el campo para organizar nuestras ideas y abrirle espacio a la consciencia, resuelve e integra, nos abre a las posibilidades y eso ya es poderoso.
Otro aspecto clave, que he aprendido de la Gestalt es la atención plena, crear consciencia en el aquí y el ahora, pues es en el presente donde podemos explorarnos y experimentar plenamente nuestras emociones, pensamientos y sensaciones corporales. Cuando aprendemos a tomar conciencia de las señales del cuerpo y a sentir plenamente las emociones, es posible que logremos comprender y darnos cuenta de las causas raíces de nuestra angustia que termina en una experiencia ansiosa y reconocer lo que necesitamos para atravesarla, pues como dice una colega "no siempre lo que queremos es lo que necesitamos" y hacer esa diferenciación es un gran paso para el alivio.
Y ahora que hablo del "darnos cuenta", es por medio de esta consciencia inmediata donde identificamos nuestros patrones repetitivos, procesos internos y mecanismos de defensa a los que recurrimos para "cuidarnos" y reconocer que tan funcionales me están siendo ahora o si ya es momento de hacer algún ajuste o actualización. Por lo tanto, esta es una invitación que implica prestar atención a las formas en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, y cómo esto puede contribuir a la realidad que estoy cocreando. Al explorar y comprender estos patrones o formas neuróticas preestablecidas y aprendidas de contactarnos, logramos comprender, reconocer e integrar nuevas formas de ser y actuar que promueven la observación, la calma, nuestro bienestar interno y externo.
Para cerrar, me gustaría invitarte a que en esos momentos que nos desbordan evitemos el jucio propio, esas palabras de castigo que en lugar de levantarnos terminan ahogándonos más y sumergiéndonos en un callejón sin salida, cegándonos a las otras formas de ser que somos, a reconocernos en completitud, date el espacio para sentir y observarte con compasión, así mismo como lo harías con un amigo al que quieres mucho, con tu pareja, familiar o un otro al que quieres verle bien, cuidémonos y tratémonos como queremos recibirlo del otro, solo así nos haremos más responsables de nosotros mismos, de eso se trata esta experiencia única que llamamos vida.
Escrito por:
Claudia F. García Álvarez
Psicóloga y Psicoterapeuta Gestalt en proceso
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